martes, 25 de febrero de 2020

Verdad absoluta

Es necesario renunciar a la creencia de que existe una verdad absolute, objetiva, que está a nuestro alcance y que podemos poseer, ante la cual todos los demás deben postrarse. Esto es aplicable tanto para el cristianismo como para el islam, el budismo u otra cualquiera de las religiones, para los dogmas del comunismo o del dcapitalismo, para la defensa del poder negro o para la defensa de la supremacía blanca y cualquier otra ideología absolutista de la qu eel fascismo y el nazismo han sido su máxima expresión.
Estos extremos han sido la manifestación manifiesta de la estupidez y la ignorancia humana y fuente de esclavitud y de miserias sin fin. La sociedad del futuro, si ha de existir, ha de ser una sociedad sin dogmas, y sin separaciones, una sociedad donde la experiencia de unidad del amino místico, nos lleve a relaciones de solidaridad y de respeto del aparentemente diferente. Entonces se nos caerán los argumentos para mantener el derecho a poseer sin fin, o para ejecer ningún tipo de violancia sobre los otros.

La atención como función de la mente

Una de las más preciosas funciones de la mente es la atención, pero en la mayoría de las personas está muy debilitada y dispersa. Para ello hay varias razones:
descuido de la mente, negligencia y mecanicidad al pensar, hablar y actuar. La mecanicidad, si no refrena, se incrementa en grado alarmante y nos convierte en un yo-robótico, induciéndonos a una especie de somnolencia psíquica, donde nos dejamos arrastar por nuestras asociaciones mentales maquinales, reacciones emocionales, apegos y odios, miedos y tendencias egocéntricas. Nos volvemos como una hoja a merced del viento de las influencias tanto internas como externas, sirviéndonos de una mediocre atención también mecánica y que pierde brillo, en lugar de ganarlo, con el paso de los años. Sin embargo la atención es importante que sé la ha considerado uno de los más esenciales factores de iluminación y ha sido denominada la lámpara, gema o llama de la mente, declarando Buda que es:

"todopoderosa en cualquier momento y circunstancia"

En el Dhammapada podemos leer:

"El que ésta atento está vivo, pero el que no es como si ya estuviera muerto".

El sabio Santideva dice que una mente sin atención es como un colador y nos insta a que esté en guarda a la puerta de los sentidos.

Tenenos que cultivar metódicamente la atención para desarrollarla y que nos ayude a disponer de una perceptividad más viva, una comprensión clara y profunda y la capacidad de conectar con el momento inmediato. La atención bien entrenada es un filtro de la mente, así como su guía y su custodio. La atención tiene, además, un gran poder transformativo, pero se trata de la atención, voluntaria, consciente y vigilante, o sea aquello que se consigue mediante una práctica persistente para darnos cuenta de lo que es lo que somos, de lo que viene de afuera y de lo que procesa dentro de nosotros. Para hacernos más conscientes tenemos que estar más atentos. La atención nos conecta con la realidad presente, le confiere a todo su peso específico y, como dicen los maestros yen, consigue que el color sea más color y el sonido más sonido, y en suma, la vida más vida. Nos permite estar alerta más allá de juicios y prejuicios, abrir los sentidos, separa que perciban mejor, esclarecer la mente y vivir conectados con la presencia de lo que es, fuera y dentro de nosotros. La atención es como una flecha con dos puntas, una apunta hacia afuera (capta lo exterior) y otra hacia adentro (percibe lo interior). NO es fácil desarrollar esta doble atención, pero es custión de entrenamiento. Se cultiva la atención mental pura mediante la práctica de la meditación y luego estando atento a las tres puertas de acción: lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Para ello se requiere la autovigilancia y ya declaraba Buda:

"Si te estimas en mucho, vigílate bien"

Mediente el trabajo asiduo y metódico sobre la atención, vamos tomando más intensa y lúcida consciencia de todo lo exterior, pronunciando nuestra capacidad de percibir y conocer, pero también de percibirnos y sernos. Se va desarrollando la consciencia de lo exterior, la consciencia o presencia de sí y la consciencia de ser y serse.