¿Vencemos a los miedos o los disfrazamos con múltiples caras para no verlos, para disimular?
Quien dice que ha vencido a los miedos, no admite la verdad. Los miedos no pueden vencerse. Los miedos han de ser comprendidos. Cada vez que un miedo surge, una puerta a lo real se está abriendo en nosotros. Esa puerta es una abertura hacia una dimensión desconocida y sin explorar de nosotros que hemis de transitar. Cada tránsito es único y solo pertenece a aquel que lo ha de recorrer. Por tanto el miedo no es algo superable de modo general sino que ha de ser explorado y comprendido en cada caso que se presenta.
Los miedos forman parte del ser humano y acaso, ¿el ser humano es algo que ha de ser vencido?
Corremos un tupido velo cuando sufrimos y no queremos permanecer en este estado demasiado tiempo. Pensamos que permanecer en él es destructivo. Nuestra mente construye todo tipo de alternativas para sacarnos de ese atolladero y vender la circunstancia que nos ha traído hasta ese reducto de infelicidad y desconsuelo. Tenemos miedo del dolor, lo vemos como algo a superar, algo a vencer, algo a esquivar. Podemos pasarnos la vida huyendo del dolor que es en realidad huir de la vida y de nosotros. ¿Acaso podemos hacer eso, huir de nosotros? Parece algo contradictorio y dificil de lograr.
Ni el ser humano ha de ser vencido ni podemos huir de nosotros mismos. Sólo nos queda reconocer y darnos cuenta al fin, de que esos argumentos son erróneos, eseos escapes o esas salidas que construimos no son salidas en realidad sino malos enfoques, malos entendidos, visiones erróneas de un paisaje que no conocemos: nosotros mismos, nosotros como seres humanos.
Darnos cuenta de esta realidad ya es un paso importante. Ahora hemos de seguir adelante y hemos de profundizar dentro de este manantial de información, de esta dimensión desconocida que somos, a fin de comprender qué son en realidad esos sufrimientos de los que huimos, de los que tenemos miedo.
Si el miedo y el sufrimiento forman parte de la naturaleza humana, no se puede huir de ellos. Por tanto hemos de concluir que tal vez no estamos comprendiendo el mecanismo de la vida, no comprendemos como funcionamos, no hemos comprendido nuestra raíz, nuestra esencia.
El dolor, la adversidad y el miedo, no son situaciones que nos han de resultar ajenas, de las hemos de huir. Son situaciones que hemos de comprender qué significian en cada momento de nuestra vida que se presentan. No son situaciones a superar de un modo definitivo, son situaciones a vislumbrar su sentido profundo cada vez que suceden. Y hemos de comprender que son puertas hacia nosotros, puertas que nos ayudan a profundizar y a comprendernos; son eslabones importantes que necesitamos para llegar a nuestra esencia, a la fuente que nos ha unido, a la fuente que nos ha creado y que nos ha traído hasta donde estamos parados.
Nos confundimos terriblemente con el sufrimiento y nos creemos eso al igual que nos confundimos con el dolor y nos creemos eso. Por eso es sólo un gran simbolo. Detrás de ese dolor aparecente y de ese miedo se encuentra el mensaje que hemos de hallar y ese camino es algo que hemos de recorrer cada cual.
Cojamos un miedo, cualquiera que tengamos olvidado y guardado. Mirémoslo real y profunddamente y no huyamos, no hagamos conjeturas, no nos parelicemos por él, simplemente hagámonos amigod de él. Es en ese instante cuando estaremos en condiciones de comenzar a conocernos, a vernos que es en realidad el sentido que ese acertijo de la vida nos está trayendo. Vislumbrar el acertijo no es fácil, hemos de permanecer el tiempo suficiente en la indagacióln de ese temor o de ese sufrimiento, como para poder extraer algún resultado.
¿Y cuál es el resultado que obtendremos? ¿Cómo sabemos que estamos sintonizando con esa verdad profunda que se encuentra detrás de esa apariencia cruel de la realidad? Porque avistaremos algo de nosotros, una sustancia última que nos trae una noticias de algo que no conocíamos previamente, algo que nos ayuda, que nos impulsa, que nos da aliento, que no separa, que nojzga, que no se duele. Llegaraemos a una veraad profunda de nosotros que no admite desmentidos, es una gran claridad. Se produce un proceso de descubrimiento, de darse cuenta de algo único, imperceptible anteriormente, que nos devuelve la paz, la claridad y nos libera del sufrimiento, de las ataduras, de los rencorres, del dolor. Nos distancia de él para darnos la mano, para que transitemos en un sentido claro y limpio, en un nuevo sendero.
Hemos de darnos la oprtunidad de vislumbrar esta dimensión. No nos quedemos con la anécdota. No huyamos a la primera de cambio, no nos espantemos de lo que somos, de lo que albergamos en nuestro interior. El dolor y el miedo están dentro de nosotros, forman parte de la vida, no podemos separarnos de ellos. Hasta ahora hemos huído y sólo nos hemos cobijado circunstancialmente y consolado temporalmente. Esto nos da la pauta de que estamos divisando este panorama de un modo real, pues todo lo que es real ataca desde el fondo y desde adentro, y ya no se duele con la adversidad sino que simplemente cambia su color, cambia su estado y sigue inmutable y permanente. Así hemos de obrar, así hemos de ver todo lo que albergamos. No nos espantemos de nosotros. Hemos de comprendernos de un modo nuevo. Eso es todo.
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